miércoles, 4 de agosto de 2010

Arranques.

Analicé rapidamente todas las posibilidades en mi mente;
Primera opción: Me había vuelto loca. Al menos esa es la palabra que se aplica a aquellos que oyen voces en sus cabezas.
Entraba dentro de lo posible.
Opción dos: Mi subconsciente me proporcionaba aquello que quería oir. Era la satisfacción de un deseo, es decir, un alivio momentaneo de la pena al aferrarme a la idea incorrecta de que a él le preocupaba que yo viviera o muriera. Una proyección de lo que el habría dicho si a)_ Estubiera aqui. b)_ Le afectara de alguna manera que me pasara algo malo.
Era probable...

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